El cambio es la vida misma.
Enfrentamos muchos momentos de cambios: un cambio de trabajo; un divorcio; la pérdida de un hijo; de un padre o de una pareja; el alejamiento de una amiga o de un amigo; o los cambios que trae una enfermedad…
A pesar de vivir estas situaciones a lo largo de nuestra vida, no creo que nos hayamos entrenado o capacitado para el cambio.
Luego de estudiar y trabajar para líderes y equipos y aún al observar mi propia vida puedo señalar que nos resistimos inicialmente a los cambios.
Nos proponen algo nuevo y quizás nuestra primera respuesta es “NO, mejor quedémonos como estamos…” Nos invitan a atrevernos a un espacio no conocido y decimos: “mejor lo intentamos más adelante…”
¿Por qué nos resistimos?
Esta resistencia inicial puede explicarse por la forma en que se encuentran “cableados” nuestros cerebros. A nuestros cerebros les gusta la comodidad, la familiaridad y evitar el esfuerzo. Nuestros cerebros están siempre intentando ahorrar energía y hacen esto al convertir casi todas las rutinas en hábitos específicos.
Un cambio, implica a simple vista, un esfuerzo adicional, extra, que en una primera lectura, nuestros cerebros intentarán esquivar.
Entonces nos enfrentamos al cambio y sufrimos la transición. Pero no nos queda otra alternativa que caminar a través de él, porque esa la vida misma.
Piensa en esa situación que estás viviendo y que te está invitando a cambiar.. O quizás, piensa en el cambio que estás enfrentando hoy mismo. ¿Te estás resistiendo o le estás dando la bienvenida?
Hacer consciente qué tan resistentes somos ante los cambios que enfrentamos en el transcurso de nuestra vida podría ayudarnos a redefinir la forma en que los enfrentamos. Mas que mal, todo es cuestión de como significamos lo que vivimos.
Pregúntate:
¿Qué podría aprender de ese cambio que estoy enfrentando?
¿En qué podría ayudarme esto que estoy viviendo?
¿Podría ser una mejor persona o un mejor profesional si logro transitar con este cambio?
Visualizar eso que ganarás, visualizar los beneficios de atravesar ese cambio sin resistencia y con amabilidad, podría ayudarte a obtener mayor beneficio. Algo así como mirarte, imaginarte del otro lado del río. Habiéndolo cruzado. ¿Quién eres allá?
Me gustan mucho las palabras de Michel Manciaux en su libro Resiliencia.
Del caos emerge el cosmos, del desorden el orden, de la oscuridad la luz, de lo feo lo hermoso, y sólo podemos reconocer las virtudes de lo bello sobre el trasfondo de lo que nos resulta feo; aquello que nos parece agraciado por encima de lo que nos resulta desgraciado. Lo roto, fracturado y escondido puede notarse gracias al contraste con lo integrado, lo vinculado, lo unido.
Sólo podemos reconocer la luz cuando hemos estado a oscuras. Necesitamos esos contrastes para aprender y para crecer.
Hace un par de años enfrenté un gran cambio en mi vida. Apenas lo recibí, lo rechacé, le cerré la puerta. Este cambio en particular fue doloroso. Me resistí por harto tiempo hasta que comprendí que la vida me daba una oportunidad para aprender algo y que ese aprendizaje venía envuelto en ese cambio. Entonces solté mi resistencia y le di la bienvenida a eso nuevo. No fue fácil, pero sí valió el esfuerzo.
Comprendí la impermanencia de la vida, de mi vida. Todo está cambiando, aunque no queramos verlo o aceptarlo. Aceptar el invierno nos permite luego, abrazar la primavera.
Piensa en ese cambio que estás experimentando hoy.
Ten la certeza que sí habrá algo para ti luego de él. Te tocará entonces confiar en tu intuición, abrazar tu cambio y cruzar ese río.
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Encantadores e interesantísimos temas, no queremos vencer el miedo a los cambios, y a veces son tan increíbles, y sí, tienes razón, la vida es ahora, saludos Karen, siempre te leo, adelante en busca de tus éxitos, bendiciones.